El voto nulo no ha alcanzado en promedio ni el 10% del total de votos ejercidos históricamente en los procesos electorales del país.
La legislación electoral ecuatoriana indica que gana una elección el que obtenga la mitad más uno de los votos válidos emitidos, que es lo que se aplicará en la segunda vuelta que se desarrollará este domingo 11 de abril para escoger a los próximos presidente y vicepresidente.
El voto nulo, expresándolo de diversas formas como tachando la papeleta o votando por más de una opción, no se considera dentro del universo de votos válidos.
Para que el voto nulo tenga un peso e implique un cambio debe superar la suma del sufragio ejercido a favor de cada uno de los candidatos de una elección o de las respectivas listas, según sea el caso, dice Mauricio Maldonado Muñoz, profesor del Colegio de Jurisprudencia de la Universidad San Francisco de Quito.
“El numeral tres del art. 147 del Código de la Democracia dice que si los votos nulos superan a la totalidad de votos de los candidatos y candidatas, se declara la nulidad de las elecciones”, afirma Maldonado.
Pero es muy difícil que se cumpla esa condición. “Tiene que haber más nulos que la suma de la votación de los dos candidatos. Nunca se ha dado y estadísticamente es casi imposible que se dé, aunque se le atribuye un valor de alguna manera al voto nulo, pues no se ha dado. En Ecuador ha estado muy lejos de que algo así suceda”, agrega.
En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 2017, el voto nulo no llegó ni al 8% del total de votos ejercidos. De 10′635.574 de votos totales, 670.731 votaron nulo, es decir, el 6,3%. Si se suma los del voto blanco se llega al 7%.
Las consecuencias son que a mayor porcentaje de votos nulos el universo de votos válidos se reduce. Si del 100% de electores, el 20% es nulo, entonces la definición de la asignación del puesto la haría el 80% restante. “Con esto se reduce el universo de cálculo, por lo que quien va a ganar la elección requerirá menos votos para conseguirlo”, dice Carlos Aguinaga, ex presidente del Tribunal Supremo Electoral como antes se conocía al actual Consejo Nacional Electoral (CNE).
“Entonces se está favoreciendo al que obtiene el primer lugar, se le facilita el camino al que va primero y a mí me parece que es un acto de irresponsabilidad frente al sistema democrático”, agrega.
Maldonado recalca que el nulo no es la expresión de apoyo por algún candidato, pero en esta elección específica hay quienes dicen que podría beneficiar al candidato presidencial Andrés Arauz porque él, al haber logrado más apoyo en la primera vuelta, tendría que obtener menos adhesiones para llegar a la mayoría absoluta.
“Pero otros dicen que beneficiaría a Guillermo Lasso, porque se entendería que una buena parte del electorado de Yaku Pérez (quien quedó en tercer lugar en la primera vuelta y hace campaña por el nulo al igual que el movimiento indígena) apoyaría a Arauz, entonces obviamente no se ampliaría la brecha ya que una parte votaría nulo”, indica.
La interpretación de las implicaciones del voto nulo es muy heterogénea. “Podría significar que las dos opciones son igualmente malas o les son indiferentes. Hay mucha gente que vota siempre nulo porque les parece que es una forma de alejarse de la toma de decisiones políticas, ya que consideran que la política está tan corrompida que es mejor no participar ni siquiera”, sostiene Maldonado.
En la legislación electoral anterior era prohibido hacer campaña por el voto nulo porque se lo consideraba como un voto antisistema, es decir, en contra del sistema democrático.