Es uno de los episodios que genera más controversia en la historia reciente.
El 20 de marzo de 2003, una coalición liderada por Estados Unidos junto a países aliados como Reino Unido y España, dio inicio a la invasión de Irak.
¿El objetivo? Acabar con Saddam Hussein -quien gobernó Irak por casi 25 años- y sus supuestas armas de destrucción masiva.
Lo que sería una guerra relámpago de tres semanas se prolongó durante 7 años y dejó brutales consecuencias: más de 100.000 civiles muertos, según la organización Iraq Body Count (IBC), y un país sumido en el caos.
Para entender lo que pasó ese 20 de marzo de 2003, hay que rebobinar un poco en la historia.
A pesar de que al comienzo de su gobierno Saddam Hussein mantuvo una buena relación con Estados Unidos -pues se le veía como un aliado natural para frenar la influencia de la revolución islámica iraní-, sus lazos con Occidente se quebraron definitivamente en 1990, cuando decidió invadir Kuwait.
La ocupación iraquí encendió las alarmas en Occidente. Incluso, la Organización de Naciones Unidas (ONU) le dio un plazo para retirarse del país árabe pero Hussein se negó.