Los devastadores terremotos del lunes 6 de febrero han elevado la cifra de muertos a más de 7.200, de los cuales 5.434 se han registrado solo en Turquía, donde también se contabilizan más de 31.000 heridos.
En Turquía, donde tuvieron su epicentro los temblores de magnitud 7.8 y 7.6, el último recuento eleva la cifra de fallecidos a 5.434 y la de heridos a 31.777, según los datos difundidos desde Hatay, una de las zonas más afectadas, por el ministro de Sanidad, Fahrettin Koca.
Ante esta catástrofe, el Gobierno turco del presidente Recep Tayyip Erdogan ha declarado tres meses de estado de emergencia en las diez provincias afectadas.
El jefe del Estado ya había asegurado ayer que estos terremotos suponen el mayor desastre sufrido por el país desde el seísmo de 1939 en Erzincan, en el este de Turquía, que dejó más de 32.000 muertos.
El terremoto ha dejado un total de 5.775 edificios derruidos. Las réplicas y las bajas temperaturas complican las tareas de rescate y reducen las posibilidades de encontrar supervivientes a medida que pasan las horas.
En Siria, nación inmersa en una guerra civil en la que también se sintió fuertemente el movimiento telúrico, la información sobre víctimas proviene, por un lado, del Gobierno de Bachar al Asad y, por otro, del último enclave del país controlado por la oposición.
El recuento total señala que en este país han muerto 1.832 personas y otras 3.849 han resultado heridas.
¿Por qué estos terremotos provocaron tanta destrucción y muerte?
En primer lugar, la magnitud de los dos terremotos que azotaron a ambos países de forma seguida fue elevada. El primero marcó 7.8 grados en la escala de Richter, la más alta jamás registrada en el país, y el segundo llegó a 7.6, conservando casi el mismo potencial destructivo que el primero.